Sabemos que nuestras abuelas sabían hacer patucos, gorritos, jerseys y un montón de accesorios con ganchillo, pero fue a los japoneses a los que al parecer se les ocurrió rellenar y dar tridimensionalidad al ganchillo para hacer estos muñequitos que a más de uno nos vuelven locos. Para ellos, los amigurumis son algo más que un pasatiempo y es que cada uno tiene alma y representan el valor de la amistad.
Me gustó tanto la idea que aunque yo no sabía tejer, le compré un libro de patrones a mi madre para que se animara a hacerme esas monerías. Sin embargo...a mi santa madre no le pareció tan genial y allí se quedó el libro cogiendo polvo.
Cuando quise darme cuenta, tenía una carpeta de fotos en el pc sólo de amigurumis, así que viendo el poco caso que me hizo mi santa y sin haber cogido una aguja en mi vida, me lancé a la aventura. Fui a un bazar a por una aguja y una madeja de hilo rojo y ya fue un no parar. Llevo haciéndolos unos seis meses y ya tengo más de 20. Menos mal que les voy dando salida!!
Por tanto este es otro ejemplo de manualidad que se puede hacer sin ser experto. El quid de la cuestión es empezar poco a poco con formas sencillas como bolas y no frustrarse si no sale a la primera...ni a la quinta.
La mayor dificultad que me encontré fue iniciar la labor y hacer cada tipo de punto porque casi todos los tutoriales son para diestros. Otro día recopilaré todos los videos y tutoriales que me ayudaron a dominar la técnica por si hay algún zurdo en la sala.
De momento sólo me atrevo a modificar y adaptar algunas piezas de los patrones que encuentro pero me encantaría llegar a ser capaz de inventar los míos.
Os dejo a Manuelita, que hice siguiendo el patrón del libro que os he enseñado y que ahora acompaña a Adrián en su habitación.
Contadme si alguien se anima a esto de tejer y ¡gracias por leerme!